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El individuo como sistema

De la organización máquina a la organización viviente
Photo by Katarzyna Pe on Unsplash (adapted by Jscinteractivo)

Apartes de “Coyunturas evolutivas de la organización” Primera parte del ensayo:

“DE LA ORGANIZACIÓN MÁQUINA A LA ORGANIZACIÓN VIVIENTE: 
Un ciclo evolutivo de la fragmentación a la integración”

Juan Sebastián Cárdenas Salas (Abril, 2015)

 

2. Entendimiento de la organización como sistema social viviente

 

El individuo como sistema

Un acertado punto de partida para reconocer a las organizaciones como seres vivos es empezar a entendernos nosotros mismos como sistema. Si bien sabemos que nuestra estructura orgánica es el resultado de la interacción de seres microscópicos -gracias a lo aprendido en clase de biología- las prioridades de nuestra vida mecánica (‘perder tiempo es perder dinero’) relegan a un plano inferior esta realidad. Es más, los micro-relacionamientos que afectan nuestra estructura física y ordenan la actividad molecular, los cuales configuran las células que a su vez conforman los diferentes órganos y tecnologías que nos moldean, implican un proceso sistémico de una complejidad e inteligencia extraordinarias donde se presentan situaciones muy similares a las experimentadas en nuestra vida humana.

Son varios los investigadores que han puesto en evidencia tales conductas o funciones psicofísicas micro-orgánicas. El prominente físico Erwin Schrödinger (1944) hizo un interesante análisis sobre el comportamiento de los átomos y su influencia en los subsecuentes procesos al descubrir que el relacionamiento de tales seres envuelve, aparte de una buena comunicación, suficientes y precisas leyes físicas cuyo fin es afianzar su maravillosa y organizada forma de trabajar. Para el filósofo David Chalmers (Jul., 2014) cada especie y sistema viviente posee conciencia, incluyendo las partículas elementales como el protón que conforman los átomos que dan vida a las moléculas. El biólogo y genetista evolutivo Moto Kimura (1989) enfatizó que la clave de la evolución de los seres vivos comienza en la interacción molecular con implicaciones más allá de la selección natural propuesta por Darwin y donde el azar apreciado en tales relacionamientos es una clara analogía de nuestro diario vivir. En concordancia, para los biólogos Maturana y Varela (1984, 1994), los seres vivos somos sistemas autopoiéticos moleculares, es decir, nuestra condición molecular es determinante del dominio relacional en nosotros como individuos o unidades compuestas (Maturana y Varela, 1994). Consecuentemente, de Geus (2002) resalta cómo varios resultados científicos -destacando precisamente los realizados por Maturana y Varela (1984, 1994)-, han demostrado que las células son organizaciones o sistemas compuestos por entidades colectivas con una misión específica, semejante a las empresas (de Geus, 2002). En conexión, la bióloga molecular Bonnie Bassler (Feb., 2009) comenta que “hay alrededor de un trillón de células humanas las cuales hacen que cada uno de nosotros sea quién es y seamos capaces de hacer todas las cosas que hacemos”.

Capra (1997) exalta cómo la bacteria[1], “el sistema viviente más básico”, desarrolla en su diario vivir miles de reacciones químicas interdependientes que permiten su relacionamiento. En efecto, según Bassler (Feb., 2009), las bacterias, también la especie más antigua (billones de años), numerosa y preponderante del planeta, poseen rasgos de comportamiento asombrosamente parecidos a los nuestros cumpliendo funciones esenciales para mantenernos vivos o para de igual modo terminar con nuestra existencia (gran similitud)[2]. La bióloga expone cómo al estudiar esta especie de organismos sociales han descubierto su cualidad multilingüe, es decir, -en relación a lo argumentado por Capra-conversan entre ellos a través de lo que para nosotros los mortales son múltiples señales químicas (lenguajes). Tienen la capacidad de reconocerse (yo), reconocer al otro (él, tú) y reconocer su entorno (ello, esto). Además, “las bacterias hacen las reglas de cómo una organización multicelular trabaja” (Bassler, Feb., 2009), o en otras palabras, el éxito de su trabajo se basa en la acción colectiva o pensamiento sistémico conforme lo define Senge (2006) en el caso de los humanos integrantes de las corporaciones.

De hecho, definir el lenguaje humano desde una posición netamente científica no tiene mucha diferencia de las ‘señales químicas’ descritas por Capra (1997) y por Bassler (2014) para referirse al lenguaje de las bacterias. En este sentido el biólogo evolucionista Mark Pagel (Jul., 2011) afirma que el lenguaje es una expresión de nuestros genes soportada en una tecnología neuro-auditiva relativamente nueva -entre 150.000 y 80.000 años aproximadamente según McWhorter (Feb., 2013)- cuya función permite conectarnos mediante pulsos de sonido para implantar pensamientos que emergen en nuestra mente en la mente de alguien más. De este modo tal tecnología social adaptada al Homo sapiens ha afianzado el pensamiento colectivo en donde, de acuerdo con Pagel (Jul., 2011), surgió la poderosa herramienta de la cooperación. Aspecto fundamental para el desarrollo, aprendizaje, crecimiento y evolución de cualquier sistema social.

En complemento, el ecólogo microbiano Rob Knight (Feb., 2014) subraya cómo cada uno de nosotros puede albergar más de 100 trillones de células microbianas (todas las bacterias son microbios pero no todos los microbios son bacterias), una cantidad contenedora de los 10 trillones de células bacterianas y que supera ostensiblemente al trillón de células humanas que nos configuran (Bassler, Feb., 2009, Knight, Feb., 2014). De acuerdo con Knight (Feb., 2014) y en relación con lo ya expuesto por Bassler (Feb., 2009), los microbios, desarrollan cantidad de importantes funciones e influencias sobre nosotros. Uno de los atributos básicos es influir por ejemplo en nuestro comportamiento y estado de ánimo. Pero como él mismo resalta, lo más impresionante de estos microorganismos es que incluso pueden ser más benéficos o mortales sobre algunas cuestiones relacionadas con nuestra salud que cada uno de los genes componentes del genoma humano:

“Ahora, usted podría pensar, bueno, somos humanos gracias a nuestro ADN, pero resulta que cada uno de nosotros posee cerca de 20.000 genes humanos […], pero nada menos que de 2 a 20 millones de genes microbianos.” (Knight, Feb. 2014)

¿Qué hace entonces tan complejo entender nuestra propia estructura sistémica y ver que otras expresiones de vida inteligente -diferentes y superiores a la nuestra- al configurarse en el imaginario colectivo y hacerse tangibles toman vida propia e interdependiente? De acuerdo con Peter Senge (Prefacio, de Geus, 2002) los modelos mentales introducidos en diferentes niveles han dificultado nuestra observación sobre fenómenos de este tipo de una forma diferente a lo que la educación tradicional nos ha inculcado. Si no somos conscientes de las muchas expresiones y niveles de vida inteligente que se desarrollan en nuestra propia estructura biológica mucho menos vamos a entender que las familias, las compañías, o las mismas sociedades son otra especie de seres con funciones aún más complejas (Schrödinger, 1944, Bertalanfy, 1968, Engel, 1977, Luhmann, 1992, Capra, 1997, de Geus, 2002, Senge, et al., 2004). Una de las particularidades notables de la organización es que puede permanecer sobre la faz de la tierra mucho más tiempo que el promedio de vida del hombre. Lastimosamente, la gran mayoría de estos seres muere de manera prematura con una alta tasa de mortalidad infantil (de Geus, 2002) la cual en muchos casos ni siquiera les permite llegar a los 10 años de vida.

Pero tal vez la prueba más contundente para demostrar el impacto de las organizaciones como especie es que ellas se han convertido -en especial desde el siglo XX (de Geus, 2002, citado por Senge et al., 2004)- en los seres más influyentes del planeta. Aparte de ser quienes determinan el desarrollo tecnológico, económico y político del mundo contemporáneo, dichos organismos también están afectando la vida de casi la totalidad de las demás especies:

“Históricamente, no ha habido individuo, tribu, o incluso nación que tuviera la oportunidad de alterar el clima, destruir miles de especies, o cambiar el balance químico de la atmósfera tal como lo han hecho las corporaciones […] nuestras acciones como individuos son meditadas y establecidas a través de las crecientes redes que generan las instituciones globales.” (Senge, et al., 2004: 7)

[…]Una sencilla invitación, es que en aquellos momentos fuera de las rutinas cotidianas intentemos destinar algún tiempo a la observación, escucha, meditación y vivencia del universo que somos. Ejercicio que a la vez facilitará observar, escuchar, pensar y experimentar los rasgos [eco]biopsicosociales de los entes superiores que integramos.

[…]

[1] “las bacterias son seres microscópicos conformados por una sola célula […] que poseen la especial propiedad de tener solo una pieza de ADN” (Bassler, Feb., 2009)

[2] Virus como el Ébola que son causados por bacterias pueden equipararse con lo que para nosotros son las guerras o conflictos terroristas que incentivan genocidio, tergiversan ideologías, desestabilizan sociedades, destruyen territorios y patrimonio cultural de la humanidad.

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